En el Terrero: Momo Cabrera
El terrero está de luto, hace unas semanas fallecía en Telde uno de los
mejores y más carismáticos luchadores
del municipio durante las
décadas correspondientes a los años 60 y
70 del siglo XX: Jerónimo Cabrera Flores.
Uno de los deportistas más
queridos y admirados del firmamento luchístico de la época por su arte, su generosidad
y su nobleza. Y como persona, por su simpatía, su vitalidad y su carácter divertido
y socarrón.
Cualidades, sinceramente, que no creo exagerar dado mi admiración por su forma de luchar, ni por nuestro
más de medio siglo de amistad.
En Telde a finales de los años
50 y principios de los 60 del siglo XX, con una población de algo de más de 35.000
habitantes, la lucha canaria era una
auténtica pasión.
Al calor de la reaparición del C.L. Castro Morales, 1958, se crearon varios equipos de lucha canaria,
con elevadas dosis de rivalidad: C.L. Unión Telde, J. Navarro, San Gregorio,
San Roque y posteriormente el Unión Las
Nieves ya en 1966.
Algunos de ellos de vida efímera dado las dificultades
de la época para la práctica de cualquier deporte, que en aquella época esencialmente
se reducían al fútbol, la lucha canaria y el boxeo.
En ese efervescente ambiente de rivalidad muchos jóvenes y niños de
la época se iniciaron a la lucha canaria
en el C.L. J. Navarro, club que tuvo su
denominación en homenaje al gran atleta de la lucha canaria D. José Navarro “El Rubio”, quién paseara su
poderío luchístico por todo el
archipiélago y Cuba.
En este nutrido grupo de jóvenes deportistas
destacaban entre otros: Momo Cabrera, Santiago Santana, Pedro Benítez,
Francisco Suárez “Pollo de la Gota Leche”, Agustín y Clemente Mayor, Oscar
Fleitas, Daniel Sosa, etc.
Momo Cabrera, un joven espigado
y risueño destacaba por su forma de luchar, agradecida y aplaudida desde el
punto de vista estético. Luchador que dominaba todas las fases de la lucha: la
agarrada, el ataque, la defensa, la contra y la recontra, dando grandes tardes
de satisfacción a la afición de Telde, trascendiendo al club en
que luchara.
Un magistral intérprete de burras, pardeleras,
caderas, toque ´”p´ atrás”; un luchador
de arte que desafiaba a las leyes de la naturaleza, pues a pesar de su elevada envergadura practicaba como lucha recurso el desvío y
el toque por dentro cuando las cosas se
ponían feas; con una sutileza tal que muchos contrarios caían como consecuencia
del propio impulso, como me han reconocido personalmente destacados
rivales de su época como: Emilín I (Adargoma), Agustín Pérez (Maninidra) y Domingo Díaz (U. Sardina), entre otros.
Tras la desaparición del J.
Navarro, 1963, puso su arte y su maestría el servicio de casi todos los clubes
teldenses de su época: Unión Telde,
Unión Las Nieves y Castro Morales. Club este último en el que obtuvo sus mayores éxitos deportivos,
especialmente a mediados de los sesenta bajo la presidencia de D. Pedro Monzón Amador “Quico Monzón”, y también pasó por esa universidad de la lucha que es el
Adargoma del barrio de San José de Las Palmas.
Aún recuerdo la imagen juvenil
de mi ídolo de la infancia con un gorro
fabricado con el papel de los sacos de cemento de la fábrica de materiales de
construcción en la que trabajaba. Y como al caer la tarde se acercaba al
entrenamiento con paso ligero, después de una dura jornada de trabajo.
Como todo equipaje: camisa, pantalón de luchas y una toalla, envueltos en un saco vacío de
cemento; y unas dosis extraordinarias de
ilusión para permanecer entrenando hasta la medianoche con ese tesón y esa pasión que lleva a los
deportistas a la cima.
Un luchador de pundonor y de grandes
tardes, capaz de las mayores gestas con
actuaciones memorables: como vencer, estando lesionado, a siete luchadores del Unión Sardina, para
conseguir el campeonato de segunda categoría, corría el año 1966, o tumbar a tres grandes luchadores del
Adargoma en la luchada de inauguración de lo que habría de ser el templo de la
lucha canaria: el Terrero del López
Socas, del que el próximo 20 de noviembre se cumplen 48 años de su construcción.
Y de grandes decepciones, teniendo dificultades, preferentemente, frente a rivales de menor categoría y
estatura que tiraban las mismas luchas. Como su rival más “encontrado” Domingo Cruz del Unión Sardina con quién sostuvo enfrentamientos inolvidables.
Pues, es bien sabido que en el terrero la mejor contra de una lucha es ese mismo
lance.
Retirándose en el año 1977,
siempre estuvo dispuesto a echar una mano en cualquier tema relacionado con la
lucha canaria y en transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones.
Sirvan estas líneas de recuerdo
y homenaje póstumo al gran luchador, al
profesional del Cuerpo Nacional de Policía,
al esposo, al padre y al amigo dentro y fuera del terrero.
Y como iniciativa para que el
Ayuntamiento de Telde incoe un expediente
a fin de imponerle el nombre de
una calle, o de una instalación deportiva, como justo reconocimiento a este gran interprete del tradicional
deporte, que con aportaciones como las
suyas deviene en arte.
Juan José Sánchez Martín
Amigo y ExPresidente de la Federación Insular
de Lucha Canaria de Gran Canaria